El origen del río Orinoco

En el silencio matutino de la selva se oyó un disparo, era el 27 de noviembre de 1951, apenas había salido el sol y los hombres de la Expedición Franco Venezolana que llevaban cinco largos meses de marcha por entre ríos y selvas, tuvieron la certeza de haber llegado a la meta. Habían salido de la sabana de La Esmeralda el 13 de julio navegando río arriba por el Orinoco en búsqueda de las fuentes de este río que habían eludido a conquistadores y aventureros a  través de los siglos. 
El disparo que rompió la quietud de la mañana era la señal convenida. Casi a la madrugada con tres macheteros abriendo la pica, había salido cerro arriba el mayor Franz Rísquez Iribarren, Comandante de la expedición y con este disparo anunciaba que había llegado al lugar en que se podía decir nacía el Orinoco.
De la sabana de La Esmeralda habían salido más de 50 hombres, a final de estas jornadas menos de 20 tuvieron la gloria de llegar a las fuentes. Entre ellos, el médico Luis Carbonell, el profesor J.M. Cruxent y el entomólogo Pablo Anduze.

Las fuentes del Orinoco.

Caminamos por la trocha hasta que llegamos al brote del manantial en una concavidad del cerro. Yo, particularmente, quedé extasiado, aunque no había nada espectacular, ni farallones, ni precipicios, ningún misterio. Allí estábamos ante lo que se transformaría en el quinto (sic) río de América.
Así describió Carbonell la emoción que sintió en esos momentos. Las prodigiosas aguas que habían asombrado a Colón y Pinzón y alimentado la fantasía de Julio Verne y Walter Raleigh; el río cuya inmensa cuenca se había revelado exuberante y terrible ante Löfling, Humboldt y Bonpland, Schomburgk y Spruce; el poderoso caudal cuyo recorrido se reservó tantos secretos ante Berrío de Queixo y Diego de Ordaz, Codazzi y Stradelli; el arcano salvaguardado por la pudorosa resistencia del río y de los habitantes de la selva, que frustraron a Iturriaga y Aguirre, Solano y Bote, Fernández de Bobadilla y Díez de la Fuente, de la Expedición de Límites de 1750; los elusivos orígenes protegidos por una fortaleza de raudales turbulentos, espesuras selváticas, ejércitos de jejenes y hormigas, lluvias desquiciantes y oscuranas aterradoras; las ansiadas coordenadas que desmentían a hombres como Chaffanjon y Dickey… en suma, las fuentes del magnífico Orinoco se resumían en este pequeño, lento y perezoso brote de agua entre las breñas, casi un anticlímax después de tanto recorrido, tanto cansancio.

Carbonell y los expedicionarios

La cuna del Orinoco era un paraje relativamente claro en la selva, una concavidad ancha en la base del cerro con un suelo gredoso de barro colorado y piedritas de cuarzo, algunas con manchitas verde esmeralda. El suelo alrededor de este barrial estaba cubierto de hojas secas, musgos, hongos de varios tipos, abundancia de matas de platanillo y muchas heliconias de flores rojas y amarillas que se asomaban cual fantásticas cabezas de aves prehistóricas. Bordeando la selva, todavía en el claro adonde podían llegar los rayos del sol, había muchos arbustos florecidos con unas preciosas flores blancas, muy parecidas a las azucenas, pero con la peculiaridad de que colgaban de las ramas con la corola hacia abajo, el famoso ñongue o campanita, usada por algunas tribus del Amazonas brasileño en ceremonias chamánicas.
Carbonell, Anduze y Cruxent decidieron brindar por el descubrimiento que tanto les había costado. Después de los brindis y las fotografías para la posteridad, continuaron el camino. Subieron por la empinada pica recién abierta hasta la cumbre del cerro, cincuenta metros más arriba, cumbre que marcaba la división de las aguas del Orinoco y del Amazonas.

Nacimiento del Orinoco.

Rísquez y sus acompañantes ya habían llegado y estaban abriendo un claro a punta de machetes. La bandera de Venezuela ondeaba por primera vez en este territorio tan alejado y el pabellón de Francia la acompañaba, orgulloso.
El próximo 27 de noviembre se cumplen 60 años de esta gesta, sobre la cual escribe Alejandro Reig en el prólogo al libro “El misterio de las Fuentes”  de próxima aparición: Lo que la hace, a mi juicio, una expedición fundamental es su importancia clave en la incorporación del alto Orinoco a la conciencia geográfica nacional, en más de un aspecto: con ella se proclama un nacimiento del Río Padre, se penetra una de las últimas regiones con indígenas temidos, y se impulsa la exploración científica de la región y con ello su integración a la nación”.
FUENTE:
Julieta Salas de Carbonell. El Misterio de las Fuentes.  - See more at: http://www.codigovenezuela.com/2011/11/ciencia/humano/el-misterio-es-develado#sthash.1ic9ZcxB.dpuf

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